La selva de los relojes
Entré en la selva
de los relojes.
Frondas de tic-tac,
racimos de campanas
y, bajo la hora múltiple,
constelaciones de péndulos.
Los lirios negros
de las horas muertas,
los lirios negros
de las horas niñas.
¡Todo igual!
¿Y el oro del amor?
Hay una hora tan sólo.
¡Una hora tan sólo!
¡La hora fría!
...oooOOOooo...
Eco del reloj
Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso de silencio,
de un blanco
silencio.
Anillo formidable,
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.
Maleza
Me interné
por la hora mortal.
Hora de agonizante
y de últimos besos.
Grave hora que sueñan
las campanas cautivas.
Relojes de cuco.
sin cuco.
Estrella mohosa
y enormes mariposas
pálidas.
Entre el boscaje
de suspiros
el aristón
sonaba
que tenía cuando niño.
¡Por aquí has de pasar,
corazón!
¡Por aquí,
corazón!
...oooOOOooo...
Tres historias del viento
I
El viento venía rojo
por el collado encendido
y se ha puesto verde, verde
por el río.
Luego se pondrá violeta,
amarillo y...
Será sobre los sembrados
un arco iris tendido.
II
Viento estancado.
Arriba el sol.
Abajo
las algas temblorosas
de los álamos.
Y mi corazón
temblando.
Viento estancado
a las cinco de la tarde.
Sin pájaros.
III
La brisa
es ondulada
como los cabellos
de algunas muchachas.
Como los marecitos
de algunas viejas tablas.
La brisa
brota como el agua
y se derrama,
como un bálsamo blanco,
por las cañadas,
y se desmaya
al chocar con lo duro
de la montaña.